Cuesta imaginarlo, pero los crímenes de guerra cometidos en el territorio de Ucrania por los ruscistas tras su invasión del 24 de febrero de este año no son un caso aislado, sino una norma, un fenómeno masivo que atemoriza a cualquiera por la inmoralidad de toda la sociedad rusa. Se trata de la sociedad para la que matar, violar a un niño, un adolescente o incluso a un bebé es una cosa común o, incluso, una costumbre genética.

El Servicio de Seguridad de Ucrania, tras interceptar una conversación entre un ocupante ruso, que se encuentra en la región de Kharkiv, y su padre, recibió nuevas pruebas de atrocidades ruscistas en nuestro país.

–¿Cómo estás? – pregunta el padre.

–Ahora estamos en la región de Kharkiv, defendiendo a un pueblo.

«¿Hay artillería reactiva?»

– Bueno, está situada fuera del pueblo, «regando» desde allí. No sólo esta artillería, también hay morteros y sistemas antiaéreos... Bueno, hoy nos destacamos (palabras obscenas). El pueblo está rodeado por tres lados (palabras obscenas). Simplemente destruimos las casa (palabras obscenas), disparábamos contra casas, autos. Todas las casas las aplastamos (palabras obscenas) con tanques y carros blindados. Tomamos a dos prisioneros. A uno le cortamos una oreja.

–¿Por qué?, – pregunta el padre del racista con voz indiferente.

– No quería decirlo, le cortaron una oreja. Ja, ja, ja, – el verdugo se echa a reír.

– Son duros ahí.

– Somos suaves. Todavía es normal puesto que no recibió un disparo en la frente. O no fue descuartizado por un carro blindado. También podríamos disparar contra él de una ametralladora, caja entera de 100 cartuchos, parecería un colador. Bueno, al máximo, podríamos cortarle un dedo. O dos.

– ¿Se puede así?

– Es necesario !!!

Luego, el ruscista le cuenta con entusiasmo a su padre cómo sus colegas roban a la población local y se llevan su comida.

– ¿Dan raciones, hijo?

– Cuando dejábamos los pantanos rusos, nos las daban. Era todo. Ahora los muchachos hicieron un reconocimiento y trajeron salchichas, mayonesa, manteca de cerdo.

– ¿Fueron a la tienda?

– No, revisaron las casas de la gente. No tiene ninguna razón (palabras obscenas)... Tenemos fusiles, un tanque. Si alguien (palabras obscenas) – ya no tiene su casa y puede vivir dondequiera, en la calle.

En otra conversación, interceptada por el SSU, entre un ocupante ruso que se encuentra en el este de Ucrania y sus familiares en Rusia, el militar cuenta que los ruscistas dispararon sin vacilar contra los civiles que intentaban escapar de los territorios ocupados.

«No tienen adónde ir ahora, están tratando de pasar de noche. Nosotros (palabras obscenas) a ellos. No siento pena, ni siquiera por la población civil. Quién quería – ya se ha ido. Entonces nosotros los (palabras obscenas)».

La voz del asesino de la gente pacífica está llena de alegría. La misma alegría hay en la voz de su interlocutor, que no se sorprende ni se indigna, no se desespera por el crimen cometido por su familiar.

Para la sociedad rusa los crímenes contra la humanidad constituyen una norma. ¿Y qué queríamos de los Inhumanos?