Cuanto más severamente los ocupantes rusos imponen su orden en Kherson, y cuanto más se habla de la «república popular de Kherson», tanto una mayor cantidad de personas quiere abandonar la cuidad, dejando atrás hogares y valores adquiridos gracias a su propio trabajo. Sin embargo, el «mundo ruso» se aferró a los fugitivos con todas sus garras y no los deja marchar. He aquí la amarga confesión de uno de ellos.

– No teníamos la intensión de vivir en la «república popular de Kherson” desde el principio, pero era peligroso irnos: se libraban feroces batallas a nuestro alrededor. Mientras tomábamos la decisión, mientras nos preparábamos para irnos, el camino a Snigurivka, y luego a la región de Mykolaiv ya estaba bloqueado por los orcos reusos. Intentamos otra dirección: pasando Berislav hacia la cuidad de Dnipro.

No estábamos solos: toda una columna de refugiados se reunió en la salida del centro regional y se extendió por varios kilómetros. En el primer punto de control un soldado ruso abrió el baúl, vio que había muchas cosas y preguntó: «¿Se van?». Respondo: «Si». Él dice: «No van a pasar». Respondo que lo intentaré. Simplemente se encogió de hombros y nos dejó pasar, dice Olexander de Kherson.

– Muchos puntos de control pasamos en el camino a Berislav, y en todos estos puntos estaba de servicio la gente de las «repúblicas populares de Donetsk y Luhansk», probablemente movilizada. El contraste con los soldados rusos que vimos cerca de Kherson parecía sorprendente. Los rusos vestían uniformes que les quedaban bien, con máscaras balísticas y cascos modernos. Y los combatientes de las repúblicas no reconocidas estaban vestidos de manera informal, no tenían máscaras balísticas y sus cascos eran exactamente de la época de la Segunda Guerra Mundial. Sus armas, carabinas SKS, también eran antiguas. No había vehículos blindados cerca. Los puestos de control se reforzaban apresuradamente con medios improvisados: sacos de arena, cubiertos con tierra y algunas láminas de plástico. No soy un experto en asuntos militares, pero incluso para mi estaba claro que en caso de un bombardeo potente tal «fortaleza» se mezclaría con la misma tierra en minutos junto con su defensores.

Estos defensores no pedían comida, no nos quitaban dinero. Solo uno de ellos miró en una bolsa, vio allí una botella de cola y hasta se tembló preguntando: «¿Puedo tomarla?». «Tómala», le dije, ya que no podía prohibírselo. Pero cerca de Berislav la columna se detuvo. Permanecimos inmóviles durante dos horas.

Un hombre que había salido del auto cercano se dirigió al puesto de control para saber cuándo nos dejarían pasar. Le dijeron que no nos iban a dejar pasar en absoluto, ya que estaban «preparándose para la ofensiva». Tuvimos que regresar a Kherson, donde las explosiones se escuchaban constantemente: artillería y trabajo de los sistemas reactivos «Grad». Sin embargo, algunos se quedaron en Berislav o en el pueblo Davydiv Brid, situado cerca de la carretera, esperando una mejor oportunidad para pasar.

Cerca de once autos se separaron de la columna principal: un paisano encontrado se ofreció como voluntario para llevarlos por «senderos de hormigas» a la tierra libre. Algunos de los pasajeros de estos autos han dejado sus contactos, pero desde entonces sus teléfonos no han respondido llamadas, y nadie sabe qué pasó con ellos. Otros refugiados no descartan que fueron volados por las minas o atacados con artillería en el frente. Después de todo, casos parecidos que ocurren con los refugiados arriesgados se informan casi a diario. Aunque la expresión «riesgo excesivo» no es apropiada aquí. Durante la guerra muchos no tienen suerte sobrevivir y en un sótano profundo...